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María Espinosa Dios.
María Espinosa reúne capacidad para hacer muchas cosas domésticas

María Espinosa reúne capacidad para hacer muchas cosas domésticas

Zarceña de nacimiento, luchadora incansable, gran repostera de dulces caseros, manualidades de paños de altares, y muy devota a la Virgen de las Nieves y a la Virgen del Carmen

PEDRO FERNÁNDEZ

Miércoles, 17 de febrero 2016, 10:25

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María Espinosa Dios es zarzeña de nacimiento y protagonista de este mes en la sección Gente Gercana por ser luchadora incansable pese a los momentos duros que le ha dado la vida, también felicidad. Nacida el 12 de enero de 1925, ha disfrutado su reciente 91 cumpleaños. Es una mujer que tiene capacidad para muchas cosas. Sería necesario mucho texto para hacer un estudio cualitativo sobre los trabajos a domicilio de María Espinosa.

Su madre, Antonia Dios Cabrera, y su padre, Fabián Espinosa Guerrero, tuvieron cinco hijos, María es la primogénita, después Claudia, Cándida (fallecida), Josefina, y José (fallecido). Su padre se dedicó siempre a trabajar en el campo y se movía de un lugar a otro, con lo que arrastraba a la familia tener que cambiar destinos cuando sus hijos eran pequeños. Tenía diez años María cuando frecuentaba la huerta de la señora cerca de Alange, como así la llamaban. Allí trabajaba su abuelo paterno Bernardo cultivando lechugas, naranjas, coles, espinacas y todo tipo de productos que el vergel producía, pues era un terreno fértil destinado al cultivo de verduras, legumbres y árboles frutales que María recuerda de niña cuando visitaba la zona.

Con once años tuvieron que marchar a Perales, un cortijo situado en el término municipal de Arroyo de San Serván y también el padre tuvo que llevarse a toda su familia con sus cuatro hijos, pues el pequeño José aún no había nacido. María al ser la mayor tenía que estar pendiente y cuidar de sus hermanas pequeñas, lo que le hacía madurar de niña. Aquí estuvieron dos años y medio. Su madre enseñó a María a escribir y a leer, lo poco que sabía me lo enseñó mi madre y lo aprendí de ella bien chica, dice.

También recuerda cuando su padre tuvo que trabajar de mozo de mula en Guareña y venirse a vivir a este pueblo cuando ella tenía 15 años. Anduvieron entre calle Palomar y Los Llanos. La era del palomar la recuerda como lugar de juegos entre sus amigas.

Muy pronto conocería a Ángel Gutiérrez Isidoro, un mozo apuesto guareñense, huérfano, que con 18 años se alistó en la División Azul. Todavía recuerda las penurias de la estepa rusa que le contaba su marido, ya fallecido. Cuando éste se licenció regresó a Guareña y se casaron. María tenía tan solo 18 años. Fruto de su matrimonio tuvieron cuatro hijos, Fernando (fallecido), Antonia, Pilar y Mari Carmen, a quien se la conoce en la localidad por Claudia porque su abuela quería que se la llamara con este nombre.

María tenía una gran habilidad en aprender pronto las cosas. Cuando quería ejercitarse en elaborar dulces ahí que estaba siempre esta mujer que lo aprendió en casa de Francisca Lozano, hacía la masa por la noche y por la mañana bien temprano estaba haciendo los dulces para llevarlos a la tahona de Hijos de Jacinto Guillén que se encontraba en la callejilla angosta. Aprendió rápido las empanadillas, las perrunillas, los bollos de chicharrones, los mantecados, y su nieta Nuria Ramiro Gutiérrez ha transcrito sus recetas a limpio.

María de siempre ha elaborado los dulces de memoria, y en los últimos años ha recurrido a sus recetas. Cree que la calidad de la repostería en Guareña se debe a los buenos productos de la materia prima con que siempre ha contado este municipio: buenos huevos de corral, buen aceite, buenos vinos, ricas almendras, excelente manteca del cerdo, ingredientes básicos para muchos de los dulces que hacía María Espinosa.

Antes de las fiestas de Semana Santa era requerida en muchas casas para elaborar dulces. Se sabía las recetas de memoria, pues clavaba la proporción echando los ingredientes a ojo de buen cubero sin consultar nada. De siempre las ha memorizado, pero reconoce que en los últimos años ya mira las recetas. Su hija Antonia y su nieta Nuria parecen tener los mismos genes en dominar los dulces, siguen la tradición de María.

Otro de los capítulos en la vida de nuestra protagonista, son las matanzas. Madrugaba a las 4.30 horas de la mañana para estar todo el día luchando y trabajando en las faenas que marca el sacrificio del cerdo. Aunque reconoce María que ha trabajado en otros frentes del servicio a domicilio, dependiendo de la etapa del año he ido a lavar a la noria, también al chaparral he trabajado mucho en la vida, dice.

Devoción

Ha bordado, ha hecho calados, vainicas paños de altar que llama, para la Virgen de las Nieves, en La Zarza, y para La Piedad de Santa María, en Guareña. Es una mujer con gran devoción para estas dos imágenes, y también hacia el San Antonio Bendito que preside su salón de casa, y la Virgen del Carmen. Todavía y a sus 91 años coge el bastidor y el paño, la aguja y mete y saca hasta hacer verdaderas obras de arte en cada paño.

Otra de las facetas laborales de María es, cuando daba color a las baldosas en casa de doña Carlota, nos cuenta, mezclaba mazarrón, cola y gasolina, después de echarlo, lo movía y me salía una pintura para dar color a las baldosas en casa de doña Carlota.

A María no se le ponía nada por delante. Lo aprendía todo porque tenía memoria, inquietud, ganas de trabajar, y porque tenía que sacar adelante a su familia. La vida le ha dado duros golpes y momentos muy difíciles, pero ha sabido ganarse la vida simplemente trabajando y siendo fiel para quien trabajaba, y eso le ha hecho honor de ser una mujer enérgica y luchadora en la vida. Está bien de salud y ahora vive tranquila con su familia, sus hijas, nueve nietos y diez biznietos con recuerdos de vez en cuando de la vida que le ha tocado luchar.

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