Juan María Juez Frutos, pastor y obrero del campo, recientemente ha cumplido 90 años.

No tuvo oportunidad de aprender a leer ni escribir; la vida fue su gran maestra

PEDRO FERNÁNDEZ LOZANO

Martes, 20 de septiembre 2016, 22:47

Juan María Juez Frutos nació el 15 de agosto de 1926, hace 90 años recién cumplidos. Nació en la calle San Roque, pero no se acuerda del número de la casa. Viene de familia de pastor. Su padre Juan Juez Jiménez, llevaba ovejas de gente rica y luego se dedicó al campo. Lo mismo le ocurriría a su hijo años después. Su madre, Ramona Frutos Fernández, muy dedicada a las labores duras de la casa y a la crianza de cinco hijos, Santiago, Juan María (nuestro personaje de esta sección de Gente Cercana), Romualdo, Lorenzo y Policarpo.

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No fue nunca a la escuela. Su situación lo culpa a cómo estaba la vida entonces. Cuando ya tenía diez años comenzó a trabajar con su padre pastando con las ovejas. Veía y aprendía de su padre dedicado plenamente a la cría, guía y cuidado del ganado al aire libre.

Con 20 años se fue a la mili al valle del Aragón, ciudad de Jaca (Huesca). Estuvo de vigilante en los Pirineos rondando a gente sospechosa que cruzaban las montañas y tenía encomendada la misión de dar avisos a la comandancia. Tenía buena ropa para evitar las bajas temperaturas tan extremas que vivió en la zona pirenaica. Pasó mucho frío en invierno. Regresó a Guareña con 23 años.

Se echó novia en Palomas con 25 años. Ella tenía un año más y gracias a la Cruz de Mayo formalizaron el noviazgo Juan María y Alfonsa Toribio Isidoro. Los dos trabajaban en fincas distintas. Él en Agua de verano (término municipal de Oliva de Mérida) a unos tres kilómetros de Palomas, y ella en Palomillas, lindando al pueblo. Juan María unas veces la visitaba andando y otras en bestia. Así durante dos años que duró la relación de novios. Se casaron en Cristina porque ella era nativa de aquí.

Juan María siguió con el pastoreo en la finca. Andaba todo el día pendiente de 500 ovejas, él y otro compañero. Dice que se conocían a todas las ovejas y había que estar atentos a las enfermedades, a las crías, a las parías, y demás atenciones que requiere el rebaño. Contaba con una collera de perros. Después de casarse estuvo 5 años más de pastoreo hasta que lo dejó y se hizo obrero de cualquier faena que el campo demandara y caía. Segando, en la trilladera, trabajos en la era, vendimia, hacer picón, cortar y llevar jaras a las tahonas, cargas de ramón para los hornos de ladrillos en Cristina No sabía cortar olivos, pero sí las encinas; también al monte a por rudas, una planta con propiedades curativas que había que cortarlas con cuidado porque hinchaba la piel, y las llevaban a Oliva de Mérida donde allí las cocían en unos hornos para fines medicinales. Juan María segó mucha haba y trabajó en los molinos de aceite de Cañada.

Fruto del matrimonio entre Juan María y Alfonsa tuvieron cinco hijos, además de otros tres que no resistieron los primeros años de sus vidas. Juan, Victoria, Lorenza, Delfina y Juana María, por este orden.

La guerra civil

El periodo de la guerra civil es cruento siempre recordarlo para la gente mayor que vivió aquel enfrentamiento de sin razón entre dos bandos. Y Juan María lo conoció, pues tenía 10 años cuando estalló la tragedia. Y no le gusta contarla. Sí desvela que su padre cogió a la familia y se los llevó a Don Benito, y de aquí a Brazatortas (municipio de la provincia de Ciudad Real). Todo fue por el miedo de qué podía pasarles, pensó el padre de familia de Juan María, pues de política no entendían ni tampoco se definieron por ningún bando. Todo fue por temor a lo que escuchaban y como el miedo es libre, huyeron para salvar a la familia. Pasaron hambre durante la guerra, pero no en la posguerra porque Juan María encontraba de todo. Era hombre del campo y sabía buscarse la vida para obtener acelgas, romanzas, tagarninas, espárragos, gazpacho, etc.

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Estando en Brazatortas, en plena guerra, conoció a un ciego de Zafra que le invitó acompañarle de lazarillo a pedir para comer. Cuando Juan María cuenta el episodio nos retraemos a la picaresca del Lazarillo de Tormes. Igual le sucedió a nuestro personaje y al ciego de Zafra. El ciego era muy astuto porque enseñaba a Juan María unas lecciones de gran importancia que el niño no se le olvidaba fácilmente. En una de sus aventuras le dieron al niño unas morcillas para que ambos comieran, pero tal era el hambre que Juan María se la comió y no le dio probar al ciego. Éste olió a morcilla y le recriminó muy enfadado por no compartirla. El disgusto del ciego sirvió de otra lección al niño, quien al torcer una esquina Juan María soltó de la mano al ciego y éste se empotró contra la esquina a lo que el niño le dijo: ¡cómo olisteis la morcilla y no la esquina! Siempre que lo recuerda sus hijas se ríen de aquel episodio que le ocurrió a su padre con el ciego de Zafra que recuerda a Lazarillo de Tormes cuando el ciego se pegó con un poste de piedra al creer saltar un arroyo. Juan María aprendía que no hay que fiarse demasiado de la gente, y pensar las cosas antes de actuar. Obviamente consiguió abandonar al ciego tras pagarle con la misma moneda y poder sobrevivir a partir de ingeniosas maniobras de gran astucia que se le ocurrían.

En el año 2000 la vida le espeta un duro golpe tras la muerte su compañera Alfonsa. Hace unos días celebró su 90 cumpleaños rodeado de sus 5 hijos, 16 nietos y 17 biznietos. A excepción de molestias en las rodillas se encuentra bien de salud y se entretiene con paseos y viendo la televisión. Cuenta con un móvil que su familia le ha proporcionado que, con sólo apretar un número sabe con qué hijo está hablando. Un naturaleza fuerte criado en un entorno rural que nada tiene que ver con la vida actual.

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