

Guareña está viviendo una situación incómoda para la vida de sus ciudadanos. El decreto aprobado por el Gobierno de España regulando la limitación al movimiento de los vecinos ha desembocado en el estado de alarma para todo el país y a una situación sin parangón. Esta declaración se ha producido como consecuencia de la pandemia por el coronavirus que provoca la enfermedad respiratoria COVID-19.
Los guareñenses se han visto frente a unas medidas restrictivas específicas de tráfico y reunión de grandes grupos. De este modo, se evitan sistemáticamente las congregaciones. Se cierran bares, restaurantes, iglesias, colegios, instalaciones deportivas, talleres, tiendas de electrodomésticos, peluquerías, relojerías y joyerías…, lo no esencial, según el gobierno. Esta situación está provocando secuelas económicas importantes en hostelería y comercio de no alimentación.
El único espacio privado que no puede ser burlado ni siquiera en este estado de alarma, es el hogar de los ciudadanos. El mensaje más propagado y extendido ha sido «quédate en casa». Es la misión más razonable de los vecinos para acorralar al virus. Es la mejor lucha. Y es la mejor vacuna que se tiene contra esta pandemia y la única, de momento.
Se pretende evitar contagios. Hasta las comitivas fúnebres se han visto perjudicadas y no se han podido celebrar misas ni despedidas a los vecinos finados, ni acompañar a los familiares… Se diría que mueren solos, o como diría Bécquer «¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!«. Se nos va yendo una generación que ha sufrido una guerra y una posguerra, que ha levantado todo un país con sus esfuerzos y sacrificios, promotores de la Democracia… para ahora irse solos de este mundo. Esto es todo muy extraño. El Ayuntamiento de Guareña quiere honrar a todos los vecinos fallecidos en estos días en un acto multitudinario cuando acabe esta pesadilla.
Desde el 14 de marzo Guareña ha entrado en una dinámica de quedarse en casa y salir sólo lo esencial. A comprar. Comprar es la única conexión con el exterior. Se hacen colas a la entrada de supermercados para evitar aglomeraciones dentro y se guarda la distancia recomendada.
Los políticos mantienen medidas estrechas para contener esta pandemia y se eviten contagios, desinfectan la residencia de mayores como punto débil y más vulnerable de la población. Nuestros mayores están entre algodones, bien atendidos, pero preocupados por sus familiares. Los agricultores voluntarios emplean su tiempo y sus maquinarias para desinfectar las calles; un grupo de mujeres anónimas se emplean para elaborar desde sus casas mascarillas caseras; etc.
La crisis del coronavirus nos está cambiando a todos. El pueblo parece fantasma. Una sensación rara. Conocemos hasta palabras nuevas. Este bicho está trayendo un vocabulario que los jóvenes y algunos no tan jóvenes jamás habían escuchado: estado de alerta, confinamiento, pandemia, COVID19 (nombre del bicho), EPIS (equipos de protección individual), desaceleración económica, mascarillas, #quedateencasa, respiradores, palacio de hielo para morgues, teletrabajo, videoconferencia, semana santa virtual, todos los tejidos no tejidos (TNT), persecución telemática, geolocalización a través de móviles, confinamiento virtual… esto no para, entre otras palabrejas nuevas de esta situación pandémica.
Se instaura una costumbre nueva en reconocimiento a los que más están expuestos en esta crisis sanitaria, la infantería de médicos, enfermeros, auxiliares, celadores… que luchan contra el virus. Por eso cada día y a los ocho en punto de la tarde el aplauso no falta y sirve al mismo tiempo de saludos entre vecinos, darse ánimos, preguntarse por la salud entre los familiares…, y respirar aire puro en medio del himno esperanzador ¡Resistiré!
Este fenómeno vírico da la sensación de estar luchando contra un enemigo que no ves. Una guerra en toda regla. Una batalla contra un enemigo invisible.
Los guareñenses apuestan por ser pacientes, solidarios, y esperanzadores de volver a la rutina del día a día. Quieren volver a salir a las calles, pasear por calle Grande, subir a la plaza de España, a los parques de San Ginés, Hernán Cortés, El Pilar…, al paseo diario por la Avenida de la Constitución hasta el pantano San Roque o llegar hasta la ermita de San Isidro, a los bares céntricos y del extrarradio de la población, al Centro Cultural, hacer deporte en el pabellón La Encina o correr por calles, visitar la biblioteca Eugenio Frutos, ensayos de teatro, volver a las aulas del IES Eugenio Frutos, San Gregorio y Nuestra Señora de los Dolores, cruzar las puertas de Santa María y San Gregorio… y sobre todo ver a la familia y poderse abrazar y besarse. Sentirse cerca.
Pero mientras tanto la cosa es, esperar. ¡Ya falta menos!
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