

PEDRO FERNÁNDEZ LOZANO
Viernes, 24 de junio 2016, 10:22
Guareña suele ser un pueblo tranquilo. Ahora vive sacudido en campaña electoral con megafonía por aquí con megafonía por allá, y en medio de esta monotonía se oye la voz potente de Juan Bueno pregonando El silleeero, se arreglan asientos de siiilla. Y en el día de su onomástica se hace protagonista del HOY Guareña. Juan Bueno Parra, es nativo de Villafranca de los Barros, tiene 43 años, sigue la tradición de su abuelo paterno Santiago y de su padre Baldomero, pero no asegura que su hijo continúe esta costumbre artesanal, con lo que el sillero tiende a decaer como oficio artesanal.
Aprendió con 12 años hacer el asiento a las sillas. Hoy pone los asientos de enea no solo a las sillas sino también a sofás, sillones, taburetes, cestitos También hace chozos, y paneras que nada tienen que ver con el bayón, pero le gusta y le entretiene hacer este tipo de artesanía.
Juan el sillero es trabajador por cuenta ajena, pero cuando no hay náa me dedico hacer culos de asientos a las sillas.
Dedica tres cuartos de horas de media en arreglar una silla, trenzar la enea en el asiento de la silla. Se gana entre 9 ó 10 euros en una silla. Un asiento que dura más de 40 años si es que el gato o el perro de casa respetan el asiento porque son los que, jugando, cortan el bayón.
Mientras Juan elabora el asiento la gente se para curiosa a verlo porque hace tiempo que esto no se ve por el pueblo, dice un vecino. Otra señora le pregunta cuánto vale ponerle el asiento a una silla. ¡Depende!, contesta Juan, refiriéndose al tamaño de la silla, pero pasé pa usté, nueve euros. ¡¡¡Hoy vamos a tirar la casa por el balcón!!!, pregona alto Juan con su voz potente, dicharachero, simpático, afable que habla con un marcado acento del sur de Extremadura, con una conversación amena y ocurrente.
Juan ha colocado el puesto en El Santo. Venía con su talega donde guarda las pocas herramientas, y su haz de anea. Coloca una muestra de sus habilidades artesanales con sus cinco chozos pequeños, un cestito, dos paneras, taburetes y una silla. Todo de bayón. Menos la panera. Nada más sentarse a la sombrita una vecina le trae dos sillas para reponer el asiento. Y de vez en cuando pregona sus artículos, el cestito a cinco euros, los chozos a seis, y las paneras a siete euros ¡Vaamos que nos vaamos!
Pese a ser de Villafranca se desplaza con su turismo a unos 50 kilómetros a la redonda, aproximadamente. Feria, Alconchel, Almendralejo y a Guareña. Voy a pueblos grandes y este es uno de ellos.
Cuenta que siega la materia prima, la enea, de mediados de mayo a mediado de julio antes que espigue el puro. Es una hierba perenne provista de rizomas que alcanza hasta los 2 metros de altura en el margen más interior de la orilla de los cursos de agua lentos, de las riberas, cauces de ríos, arroyos, albercas Se la conoce también con los nombres de anea o enea, espadaña o puros. Yo lo solicito a Confederación Hidrográfica del Guadiana y me conceden hasta 50 haces, porque no te dejan cortarlos, está prohibido, dice.
Este trabajo me gusta aunque no se pueda vivir de él. Una vez segada la enea se espera a que se ponga el color característico amarillo. La juventud no quiere este trabajo manual y tenderá a desaparecer, asegura Juan. De vez en cuando echa agua al haz para que le sea más fácil poder trabajar con la enea. Y como en todos los trabajos se para a fumar, Juan también se echa su pitillo y conversa con los vecinos guareñenses que se entretienen con su trabajo y con el palique que tiene de contar y contar cosas este vecino simpático de Villafranca.
Herramientas
En su talega, porque también ha vendido garbanzos tostaos, guarda sus herramientas habituales como son: cuña, azuela, cepillo, punta y puntilla, serrucho, berbiquí, martillo, tenaza, y calzador.
El oficio artesanal del Sillero sólo necesita un haz de enea a sus espaldas y los útiles necesarios para rehacer los asientos de las sillas. El silleeeeero.. este es el grito característico del pregonar de Juan, un hombre humilde que con muy poco utillaje pasea por nuestras calles para ponerle el culo de asiento a las sillas viejas, o para arreglar y encolar los palillos que hacen de contrafuertes en la base de la misma. Ayer hizo una demostración con su berbiquí.
Una amplia variedad de usos posibilitaba este oficio artesanal, había sillas bajas, para que las costureras pudieran realizar sus labores sobre las rodillas, para sentarse al resguardo del brasero de picón o para compartir conversación con los vecinos en las noches de estío, e incluso eran heredadas de madres a hijas. Sillas normales para sentarse la familia a comer alrededor de la mesa. Sofás que se situaba en el centro del comedor. Y el sillón, preferido del abuelo. Con la época de los cambios de mobiliario, a finales de los sesenta, las sillas de aneas se tiraron o malvendieron para llenar las casas de tapizados en skay, y muebles de charol, desapareciendo también las hogareñas cómodas, plateros y chineros, que hoy -lo que son las cosas-, tienen un valor incalculable por sus diseños. Y también se demuestra con los años sin las sillas de bayón, que este material es caliente en invierno y fresco en verano, y nos damos cuenta tarde y ahora la echamos de menos, reconoce Juan.
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