Mozos por Navidad cantando villancicos por las calles.

Cuando los romances y villancicos se aprenden en la familia y se cantan por las calles

Y salir a la calle, a cantar, es redoblar ese extrañamiento, esa exteriorización de un fenómeno que nace íntimo y que, saliendo, se hace comunitario.

PEDRO FERNÁNDEZ LOZANO

Jueves, 21 de diciembre 2017, 18:24

Existe en España una especie de pudor contradictorio que resulta difícil de entender. Somos mediterráneos, en teoría, y por tanto, expansivos, callejeros, de puertas afueras, en contraposición al temperamento nórdico o anglosajón, que convierte al hogar, al recinto interior como refugio y lugar sacrosanto. La calle, el espacio público, el ágora de origen griego debería formar parte de nuestra esencia. Y si a ello le sumamos el factor musical, con más razón todavía. Porque la música es precisamente eso, un salir hacia fuera. Expandir y comunicar desde el sonido, desde la matemática sentimental que conforman las notas de una canción. Y salir a la calle, a cantar, es redoblar ese extrañamiento, esa exteriorización de un fenómeno que nace íntimo y que, saliendo, se hace comunitario.

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Y la ley de la calle no admite tibiezas. Los músicos callejeros, que han convertido el asfalto, la plaza, la calle, el altozano, o la misma acera en su escenario habitual tienen una forma de interpretar música diferente de los llamados músicos de estudio. Estos músicos de calle son espontáneos, mantienen la tradición de cantar por la calle en temporadas muy concretas. Y en este mes de diciembre llega un momento que justifica salir a la calle porque durante muchos años los guareñenses han salido a cantar por las calles.

Focalicemos la atención sobre los cantes de Navidad que Guareña siempre ha cantado. En Familia, en los bares, y también por la calle. Lo que sabemos lo hemos aprendido en la familia, y se ha transmitido en bares y por las calles del pueblo.

La Navidad no ha traído prisas nunca. El día y la noche son largos para la diversión. La garganta se pone a tono con unos buenos caldos y el estómago lleno. Los villancicos y romances se cantan con el sonido bronco de la zambomba, con el rascar la cuchara sobre la botella de anís, y llevar el ritmo acompasado. "Siéntate si vas despacio/ te contaré el entremés/, lo que le pasó a un tahonero/ casado con su mujer", y comenzaba la historia del romance y no se acababa hasta los últimos versos de "Si cien años yo viviera/ no me engaña otra Isabel/ casada con un tahonero/ y teniendo que moler". Deja uno y coge otro, y así van apareciendo los Gerineldo, La paloma, El carbonero, El cebollero, coplas de Nochebuena, Madre en la puerta hay un Niño, La Virgen camina a Egipto, En el pueblo Valdepeñas, etc. Estos son los clásicos, pero también se introducen otros cantes dependiendo del estilo, las facultades, el momento, o la compaña.

Agucen la caña y el espíritu por Navidad. Y nunca dejemos de cantar lo que siempre hemos oído. Transmitamos en comunidad y dejen llevarse por las mejores coplas y deseos por estos días.

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