

¿Qué le queda a este virus por cambiar la normalidad de los ciudadanos? Ayer por la mañana, el cementerio municipal de Guareña presentaba una situación atípica, y así será hoy Día de Todos los Santos y mañana Día de los Difuntos. La gente llegaba a las inmediaciones del camposanto bien andando, bien en coche, y se personaban hacia la entrada principal. Allí se encontraban a un operario controlando el acceso al cementerio. Preguntaba por el nombre y buscaba en su relación para confrontar el horario demandado por el vecino que figuraba en el asiento del listado. Cuando llegaba la hora la gente accedía al cementerio.
Y así hasta juntarse más gente. Mientras tanto y esperando al acceso, la gente murmuraba, comentaba, algunos vecinos no entendían cómo para visitar el cementerio había que guardar cola; y al mismo tiempo entendían que tenía que ser así… Son normas impuestas por los políticos de turno. Los vecinos aceptan la situación de esta nueva situación que toca vivir, pero no les gusta guardar cola para acceder al cementerio en días tan señalados… Y es lo que hay. No hay otra solución que admitir la previsión por combatir el virus en plena pandemia.
Todo estaba en orden. Desde la señalización para acceder a los aparcamientos hasta el acceso al cementerio o salida de éste. El ayuntamiento ha establecido tiempos de estancia máxima en el interior del cementerio, y así los grupos entran escalonadamente evitando aglomeraciones.
El cementerio muestra un aspecto limpio, ordenado, cuidadoso… la limpieza es la imagen predominante en todo el recinto que circunda los cuatro distritos del camposanto de Guareña: entrando a la derecha, el de San José; a la izquierda, el de San Gregorio; al fondo y a la derecha, el de San Fernando; y a la izquierda, el de Santa María. El visitante se dirige al lugar donde encender una vela, poner flores, o dedicar un rezo al recuerdo de quienes ya no están en este mundo, y rematar con «dar una vuelta» recordando a otros paisanos y vecinos que, gracias a la fotografía, obliga pararse y recordar tiempos pretéritos. Se hace difícil mantener el control y la vista hacia un lado y otro de la calle. La situación obliga a no demorar la visita al cementerio.
Ante una afluencia masiva de visitantes en estas fechas, el cementerio municipal de Guareña ha establecido un protocolo para evitar que la covid-19 se propague todavía más en el municipio. Los vecinos aceptan las medidas de llevar la mascarilla bien colocada cubriendo la boca y la nariz, desinfección de manos con gel hidroalcohólico, y distancia social de un metro y medio.
Hoy Día de Todos los Santos se espera muchos visitantes al cementerio durante toda la jornada festiva.
Ayer, mucha gente vino cargada de los típicos centros de claveles rojos y gladiolos, ramos tradicionales de crisantemos y margaritas blancas y con velas y cirios rojos, cientos de ciudadanos se esperan hoy entrar al cementerio municipal de la localidad para honrar a sus difuntos con decoraciones florales, rezos plagados de recuerdos grabados en la memoria y anhelos cargados de deseos futuros en el Día de Todos los Santos. Se espera orden y mantener las normas establecidas por las circunstancias del virus.
Origen de las flores
Señalan las crónicas que el origen de la costumbre de llevar flores al cementerio se remonta a la antigüedad, en la que los muertos eran puestos a exposición de todos durante varios días, con el propósito de ser velados y pedir por sus almas. Las técnicas de embalsamiento no estaban al alcance de todo el mundo, por lo que, los cuerpos (que solían estar expuestos a la intemperie), se descomponían y desprendían un desagradable olor, sobre todo en época de calor. Para enmascarar ese hedor, se quemaba incienso y se cubría al fallecido con todo tipo de flores, lo cual aromatizaba el ambiente y hacía más agradable el acto de velar al difunto. Con el transcurrir de los años, la costumbre de llevar flores a los muertos perduró y se afianzó, no solo durante el tiempo de vela y entierro, sino que también en días específicos, como hoy 1 de noviembre. Hace muchos años se tiene la costumbre de llevar flores antes de este día, pero sobre todo hoy, Día de Todos los Santos.
Velando en la sepultura
También y según los mayores del lugar, tal día como hoy, cuando no existían tantos nichos y sí muchas sepulturas en tierra, mujeres de luto eterno por la pérdida de un hijo o marido, se quedaban al pie de la sepultura sentada en sillitas costureras y con el rosario en mano, rezar y velar por el difunto durante toda la noche y hasta el día siguiente, a la luz de un farol manteniendo el aceite y el pabilo, pidiendo por el alma de su ser querido.
Durante toda la noche del Día de Todos los Santos hasta el día de Los Difuntos las campanas de Santa María no paraban de doblar. Dicen que el sacristán y los monaguillos tenían costumbre de comer migas en el campanario de la torre de la iglesia durante la noche tal día como hoy, para por la mañana temprano comerlas el mismo Día de los Difuntos. Costumbres ya desaparecidas, la de migas, la de velar las tumbas, y lo de llevar tanto luto. Lo que sí se mantiene es llevar flores por estas fechas, aunque sea en pandemia y no nos guste guardar cola a las puertas del cementerio.
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